Qué es la maceración del vino: la esencia de la elaboración
Seguro que más de una vez has oído hablar de la maceración del vino, el proceso que define el alma de los vinos D. O. Manchuela. Gracias a él, los productos de nuestras bodegas consiguen gran parte de su sabor y su aspecto, adquiriendo los matices que luego puedes disfrutar en tu mesa.
La maceración en el vino suele utilizarse para que las pieles de las uvas, conocidas como hollejos, aporten sustancias al líquido o zumo o mosto, que por regla general es incoloro. Esta maceración es necesaria para que los vinos tengan esos tonos finales tan característicos, mientras que los antocianos son la sustancia que aporta el color definitivo.
¿Quieres saber en qué consiste la maceración y cómo afecta a los vinos? Quédate con nosotros para descubrirlo.
La maceración: para qué se hace
En líneas generales, la maceración es un proceso en el que se produce un intercambio de compuestos entre partes sólidas y líquidas. De esta forma se dota al componente líquido y al sólido de sabores nuevos y matices irreproducibles que hacen que cada vino sea distinto.
La maceración tiene lugar cuando el mosto no ha fermentado ni tiene alcoholes. Para ello, se mezcla este zumo de uva con las partes sólidas de la misma para conseguir que los hollejos y demás componentes le aporten fundamentalmente dos aspectos: color y aromas.
Los hollejos, las semillas y los raspones proporcionan las sustancias aromáticas y fenólicas que podemos percibir en el vino. Estos elementos naturales aportan al mosto la base de color y estructura que podemos degustar posteriormente en la cata.
Lo más interesante de la maceración no es la cantidad sino la cantidad. O, lo que es lo mismo, que la maceración no persigue extraer al máximo los aportes de estos elementos sino, fundamentalmente, que lo que pase a formar parte del mosto sea lo óptimo. Normalmente este proceso dura entre una y cuatro semanas, en las que los despojos de la uva están en remojo en el mosto para aportar al futuro vino elementos del caldo como son los antocianos y los taninos.
Los primeros son sustancias responsables de darle al vino su color característico, sobre todo el tinto, mientras que los taninos tienen la responsabilidad de introducir el aroma a la estructura del vino, así como la aspereza o la astringencia.
Por último, en este proceso de intercambio de elementos hay un último protagonista: los polisacáridos. Unos azúcares procedentes de los vegetales que se unen a los taninos, para formar complejos estables que inciden, por ejemplo, en la suavidad de un vino.
Además, los tiempos de maceración también inciden directamente en el vino: las maceraciones cortas darán como resultado caldos para consumir en un plazo máximo de dos años; mientras que las largas son las responsables de vinos con crianza.
Como ves, la maceración del vino es un proceso lento que determina cómo va a ser el resultado final. Ahora, cada vez que pruebes un vino D. O. Manchuela, piensa en todo el camino que ha recorrido y verás cómo consigues disfrutar todos los matices que le ha proporcionado su maceración.