Los orígenes del comercio del vino: de Fenicia al mediterráneo
El vino es uno de los productos más antiguos de la humanidad, que ha servido como bebida durante las comidas, pero también como una importante moneda de cambio entre civilizaciones. Los orígenes del comercio del vino se remontan al Mediterráneo oriental, a la cultura fenicia, que tenía representación por las costas más importantes de nuestro continente.
Fenicia era un conjunto de ciudades pequeñas cuyos habitantes vivían del comercio marítimo y de industrias relacionadas con este, en centros de gran actividad como eran Tiro, Sidón y Biblos. Sus barcos recorrían los puertos hispanos, griegos y turcos en busca de alimentos o materiales preciosos que se pudieran comerciar para convertirlos en monedas de plata.
Descendientes de los cananeos, un pueblo situado en la actual Palestina, ellos fueron los primeros que decidieron cultivar la vid y llevar el vino de un rincón a otro para que se expandiera por toda Europa.
La cultura fenicia: amante del vino
Según el historiador griego Heródoto, los fenicios fueron un pueblo “cuya geografía lo arrojó al mar”, refiriéndose a las montañas y los accidentes que dominan el terreno en el que actualmente se encuentra el Líbano. Llegaron a establecer colonias y factorías en prácticamente todos los países ribereños del Mediterráneo y de hecho, sirvieron de enlace entre las grandes civilizaciones antiguas de Oriente y los pueblos del Occidente.
Este pueblo vendía en Grecia, en Italia, en Egipto y en todas las costas bañadas por el Mediterráneo donde les quisieran comprar, tejidos teñidos de púrpura, maderas finas, plata, incienso, seda de China o mirra de Arabia. En aquellos lugares donde hacían su actividad comercial plantaban pequeñas colonias, que se dedicaban al cultivo de la vid y les proporcionaban el producto necesario para vender fuera de sus fronteras.
De hecho Eutymos, geógrafo griego del siglo VI a.C., menciona que alrededor del año 1100 a.C. los fenicios cultivaban viñas en la zona de Jerez, lo mismo dice Estrabón, del siglo I a.C., en su obra Geografía y también el historiador romano Rufo Festo Avieno, del siglo IV d.C.
Durante siglos abastecieron de vino al país vecino de Egipto, donde los faraones y sus sirvientes lo empleaban en los grandes banquetes, y también fue un artículo clave en sus activos intercambios comerciales con las incipientes ciudades-estado griegas, comercio éste centrado básicamente en Tracia.
La ciudad de Cartago, que sería heredera del poder fenicio, y puertos como Cádiz, Málaga, Marsella u otras ciudades de Italia serían las que recibirían este líquido, que se transportaba en grandes tinajas de barro para que conservara todas sus propiedades en el momento de consumirlo.
El Líbano, una región dedicada a la exportación de vino
Más de 2.000 años después, la zona del Líbano sigue teniendo en el vino un buen negocio, porque el país mueve cerca de 4 millones de botellas cada año. Su posición estratégica entre Oriente y Occidente le permite abastecerse del vino que procede de ambos lugares geográficos para conseguir unos ingresos constantes a lo largo del año.
De hecho, el mercado vinícola en el Líbano supera los 20 millones de euros, gracias a la acción de una serie de bodegas localizadas que aglutinan hasta el 70% de las ventas totales al extranjero. Con el paso de los años, el Líbano ha creado un sistema vitivinícola enfocado en la venta al por mayor, que le permite llegar a mercados tan lejanos como Estados Unidos o Japón.